De acuerdo a una editorial del Huffington Post del 2015, el papa Francisco busca ser el "presidente del mundo":

Él no ha anunciado su candidatura.

De hecho, el puesto que él busca no existe realmente.

Pero de una manera astuta, metódica, y con un toque de artista, el argentino jesuita de 78 años de edad y de voz suave llamado Jorge Mario Bergoglio - papa Francisco - en su discurso ante el Congreso de los Estados Unidos, demostró que está buscando ser el presidente del planeta.

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Él lo hizo en una ceremonia del Congreso de pompa cívica secular en un enorme edificio legislativo que, después de todo, hace eco a la antigua Roma.

Tan devoto como es él, y tan concentrado en la fe y la práctica de la Iglesia Católica, Francisco está también haciendo campaña para liderar el curso público, secular y político mundial. Él sostiene que los dos reinos de la fe y la política son uno, y que las enseñanzas morales y espirituales de la fe deben informar y guiar las decisiones políticas para "nuestra casa común."

Esta no es una idea nueva, pero parece ser de nuevo muy oportuna. La misma Iglesia de Francisco necesita urgentemente la refrescante contribución de la opinión mundial. Los líderes seculares, mientras tanto, están agraviados y el propio gobierno parece haber perdido todo sentido de propósito moral.

Con las habilidades carismáticas de Bill Clinton y la maestría escénica de Ronald Reagan, Francisco se está vendiendo a sí mismo y a su mensaje en Washington como el maestro político que es.

En su discurso ante el Congreso de los Estados Unidos - la primera vez que lo hace un obispo de Roma - nunca mencionó directamente el aborto. Defendió la "familia", pero no la definió específicamente por género o preferencia sexual. Él no habló de un ataque a la cultura Católica o siquiera Judeo Cristiana.

Eso está tan pasado de moda.

Mas bien, Francisco dio una homilía secular de 45 minutos acerca de la necesidad de los legisladores estadounidenses de honrar la moral comunitaria sacada del evangelio social católico. En términos políticos estadounidenses, era como si este hombre vestido de ropas blancas fuese el líder del ala progresista del Partido Demócrata.

Él suplicó a los legisladores estadounidenses - y, por extensión, a los líderes gubernamentales alrededor del mundo - que usen sus poderes temporales para levantar a aquellos en extrema pobreza, a cumplir las promesas de igualdad racial, a hacer las pases con los antiguos enemigos ideológicos, a recibir a los inmigrantes con los brazos abiertos, y a terminar con la venta de armas y a salvar la ecología del planeta.

Francisco seleccionó para elogiar e imitar a Abraham Lincoln, Martin Luther King Jr., Dorothy Day y Thomas Merton. Se tratada de una lista de heroes que, tomados juntos, proveen un patrón de acción gubernamental en representación de los despojados.

Su estrategia es sacada de sus raíces. Cuando era joven en Argentina, admiraba a Juan Perón, cuyo estilo de socialismo paternalista y de culto a la personalidad lo impulsaron al poder con el apoyo entusiasta de la Iglesia Católica. Hoy día, Francisco hábilmente maneja las redes sociales y su propia popularidad.

El desafío del papa al Congreso fue en teoría bipartidario - ciertamente, universal - en su naturaleza.

Pero si los conservadores en la sala legislativa estaban esperando al menos algunas aprobaciones en su dirección, recibieron casi nada. Los republicanos aplaudieron y se levantaron educadamente cuando era necesario. Pero no era su contexto, y, en puros términos políticos, él no es su papa. Para los republicanos del sur, es difícil imaginar una lista de héroes menos aceptable que la que dio Francisco.

Este primer papa de las Américas llegó a los Estados Unidos justo en el momento en que la elecciones presidencial tiene un rol protagónico, y él se metió de lleno en el debate, al tocar el cambio climático, la migración y la crisis de refugiados.

Hablando políticamente, su tema del "bien común" tiene un lado defensivo sólido: Al alejar la discusión lejos del aborto, la orientación sexual y el matrimonio gay se resta importancia a los registros controversiales de su propia iglesia en asuntos del comportamiento de los curas.

Pero el nuevo énfasis en la economía, raza y justicia social tiene un objetivo más amplio: ganar más conversos en los países en vías de desarrollo al ofrecer liderar la hueste de los pobres y necesitados. Para ponerlo de otra manera, quiere llevar a la iglesia a su base política original.

Francisco conoce los sectores demográficos: en Latinoamérica, África y otras partes, la Iglesia Católica está en competencia con el Islam y el Protestantismo.

El papa quiere ganar esa batalla, y Washington era una parada más en su campaña política.

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Fuente: Huffington Post